Dolores Huerta: «CONAMA es el lugar para la ambición climática y para los que realmente creen que otra manera de hacer las cosas es posible»

Dolores Huerta: «CONAMA es el lugar para la ambición climática y para los que realmente creen que otra manera de hacer las cosas es posible»

La descarbonización de la edificación será uno de los temas a tratar en una de las sesiones técnicas de CONAMA 2022. Dolores Huerta, directora de Green Building Council España (GBCe), presentará la hoja de ruta que propone el GBCe para lograr este objetivo en 2050, una serie de propuestas para reducir la huella de carbono de los edificios abarcando todo su ciclo de vida. Huerta incide en la importancia de reducir emisiones en el proceso de construcción, en educar a la población en el uso eficiente de sus viviendas y en aplicar normativas ambiciosas que permitan lograr objetivos antes de 2030.

Pregunta. La descarbonización de la edificación abarca todo el ciclo de vida: construcción, uso y fin de vida, aunque la más popular es la fase de uso. ¿Hay alguno en el que sea más necesario incidir?

Respuesta. Efectivamente, los edificios gastan energía y, por tanto, emiten CO2 en su fase de uso cuando encendemos la calefacción o la luz, cuando enchufamos la nevera o con cualquier otro uso energético dentro de la vivienda. A las estrategias para combatir esas emisiones es a lo que nos hemos dedicado desde que existen políticas de cambio climático, incluso de eficiencia energética, durante años.

Ahora bien, si se hace el análisis de ciclo de vida de un edificio se descubre que, en realidad, se emite CO2 desde el momento en el que se saca piedra de una cantera o áridos para hacer un hormigón, lo llevas a la fábrica, sacas un panel prefabricado de hormigón, luego lo llevas a la obra, lo colocas con unas grúas, con una maquinaria, etc. Esa es la primera fase, la de la extracción del material del medio ambiente, el transporte a una fábrica y la producción de materiales y productos de construcción para llegar a construir una obra y entregar las llaves. Todo ese paquete de emisiones se puede reducir desde el propio diseño de los edificios utilizando materiales más cercanos o con una baja huella de CO2; usando menos materiales, es decir, con un diseño más eficiente; minimizando la huella de lo que más pesa, ya que las emisiones van muy ligadas al peso. Si tú pesas un edificio, lo que más pesa son sus cimientos, sus muros, su estructura y su cubierta, por lo que si consigo aligerar peso estoy reduciendo emisiones. Hay muchas estrategias para que en esa fase que no estamos teniendo en cuenta ahorremos emisiones.

El segundo paquete de emisiones serían las generadas durante el propio uso del edificio que —además de todo lo que ya conocemos— comprenden las reparaciones, el mantenimiento, las reformas, incluso la propia rehabilitación energética que va dirigida a reducir el gasto energético del edificio y que también aporta sus emisiones.

El tercer paquete sería el que se genera cuando el edificio ya es inservible. Tirar ese edificio, tratar esos residuos y que acaben en un vertedero cuesta emisiones. En un mundo ideal de economía circular habría un paquete más que sería el de vuelta al ciclo, que restaría emisiones.

Todo este balance de emisiones daría como resultado la huella de carbono de un edificio, que es mucho más que su huella operativa. De esta manera, de todos estos paquetes, el más gordo hasta ahora había sido el del uso porque construíamos viviendas muy ineficientes, sin aislar, como si la energía fuera gratis. Así, lo que se construya a partir de ahora tiene que ser de consumo de energía casi nulo, es decir, que ese paquete de uso se ha reducido mucho; en cambio el primero sigue siendo igual.

P. En este sentido, resulta más complejo aplicar medidas de descarbonización a edificios ya existentes que a los de obra nueva. ¿De qué manera se puede ejecutar la rehabilitación de estos?

R. La rehabilitación de los edificios ya existentes no pasa solo por mantener en uso esa inversión de carbono que ya está hecha, sino por mejorarla para que la gente viva mejor gastando menos energía, sufriendo menos las inclemencias del frío y del calor y, por lo tanto, emitiendo menos CO2. Por ello, existe un gran paquete de medidas dedicadas a rehabilitar lo ya existente y prolongar su vida útil mientras tenga una usabilidad, ya que siempre va a generar más huella de CO2 tirar una obra y hacer una nueva.

P. ¿Alguno de los cambios que el sector deberá implementar, particularmente en la fase de uso, puede encontrar una especial resistencia social? ¿Es probable que la ciudadanía sienta que está renunciando al confort total al que estaba acostumbrada?

R. No es necesario renunciar a nada, sino estar dispuestos a invertir un poquito de dinero en sus casas para hacerla eficiente. Pero se empieza por acciones básicas como regular la temperatura de la calefacción, no ventilar la casa durante dos horas, pensar si es necesario calentar todas las habitaciones de la vivienda o bajar las persianas en verano. Pero la gente enseguida se ofende y no quiere asumir su parte de responsabilidad.

P. A nivel técnico, la descarbonización requiere de nuevos conocimientos, nuevas herramientas y nueva normativa. En este sentido, existe la Directiva de Eficiencia Energética de los Edificios como marco para que el sector cumpla los objetivos europeos. ¿Es suficiente?

R. Es un buen marco pero probablemente no es suficiente. Pone encima de la mesa instrumentos sobre todo para la fase de uso y en eso es bastante ambicioso, aunque podría serlo más. En cuanto a considerar el ciclo completo de vida tiene ya el inicio: por ejemplo, va a obligar a medir la huella de carbono de los edificios. Medir es el primer paso para saber cómo traducir. Sin embargo, en algunos países de la UE ya se está poniendo un límite a la huella de carbono, es decir, te dan un presupuesto de carbono y si lo gastas en la fase de construcción… Nos estamos gastando el presupuesto de carbono de las próximas generaciones.

La Directiva es una buena herramienta para acelerar en materia de rehabilitación, sobre todo si la implementamos con ambición. Es cierto que la UE tiene que responder a todos sus países miembros, por eso la normativa se ha quedo descafeinada. Va a depender mucho de la ambición de cada país el que se le saque más o menos provecho.

P. Los fondos europeos están ayudando ya no solo a nivel económico sino a nivel de establecer un marco normativo y unos objetivos comunes. ¿Este es el primer paso? Primero la norma y luego el cambio.

R. Yo creo que es una pescadilla que se muerde la cola. A veces va antes el cambio social. Actualmente hay muchos ciudadanos preocupados por el cambio climático, cosa que antes no existía —ese ciudadano preocupado—, pero con pocas herramientas o muy básicas para luchar contra ello. Los mensajes que les han llegado son «cómprate un coche eléctrico, no comas carne y baja la temperatura de la calefacción», pero ese es un discurso muy pobre. La labor de las normativas es ir dando esas herramientas para que los ciudadanos puedan ser más proactivos y conscientes de cómo pueden aportar a esta lucha contra el cambio climático, que es una tarea de todos. Sin embargo, las normativas siempre son conservadoras y, con afán de no dejar a nadie atrás —que está muy bien—, no van todo lo rápido que podrían ir. En ese sentido, siempre soy partidaria de hacer el esfuerzo de ir más allá.

P. Como se describe en la hoja de ruta de la descarbonización del GBCe alcanzar la neutralidad climática para 2050 es una tarea muy compleja y que requiere de muchos esfuerzos. Teniendo en cuenta que en materia de políticas ambientales y climáticas se han ido posponiendo fechas, ¿es la descarbonización de la edificación y su neutralidad un objetivo realista para 2050?

R. Yo creo que sí que está llegando el mensaje de que 2030 es clave. No podemos llegar a la neutralidad climática en 2030, pero si no hacemos un trabajo brutal antes de esa fecha, los 20 años siguientes serán para llorar por los rincones por estar pagando las consecuencias. Lo que pase de aquí a 2030 es vital y por eso los objetivos intermedios, como el Fit for 55, me parecen objetivos ambiciosos. No me gusta tacharlos de imposibles porque bajar en ambición es aceptar que no se puede.

P. ¿Qué esperas de Conama?

R. En CONAMA siempre me encuentro con agentes muy implicados. Tradicionalmente, CONAMA es el lugar para la ambición climática y para los que realmente creen que otra manera de hacer las cosas es posible. Para mí siempre es un encuentro muy agradable. Además, espero encontrarme a administraciones públicas —que creo que en este momento son claves— que demuestren no solamente que es posible sino que ya están implicadas y que están pasando a la acción.

En cuanto a nuestra sesión, espero que la hoja de ruta que vamos a presentar para la descarbonización de la edificación en todo su ciclo de vida recoja el apoyo de todos los presentes y que la gente se identifique con que hay un trabajo que puede hacer.