El modo en que se ha ocupado el territorio en las ciudades es una de las barreras a una movilidad urbana sostenible, sobre todo desde que el automóvil se generalizó en la sociedad. De ahí el valor del debate sobre «Movilidad y cambio climático a través de la renaturalización del espacio público», espacio en el cual se analizaron dos casos de intervención urbanística en las dos grandes ciudades españolas: Madrid y Barcelona.
En el caso de Madrid, la consejera técnica del ayuntamiento de Madrid, Marisol Mena Rubio, habló del cambio de lenguaje urbano en entornos escolares. Desde el punto de vista de la adaptación al cambio climático, relató Mena, se llevó a cabo un proceso de reflexión sobre los equipamientos públicos y se optó por la estrategia de comenzar por la intervención en entornos escolares, ya que en Madrid hay 1.400 colegios que podrían convertirse en nodos de resiliencia climática.
Este nuevo lenguaje urbano para los entornos escolares de Madrid, que luego puede trasladarse a bibliotecas y polideportivos, contempla mecanismos de adaptación, mitigación, convivencia e integración del colegio con el barrio. El proyecto ha arrancado con nueve pilotos en los que se planea cambiar el uso de los patios con perspectiva de género (que no sean solo una pista dura o una cancha de fútbol), quitar las vallas entre las aceras y la calzada y reemplazarlas por barreras verdes, porque las vallas metálicas dan al coche la idea de que el peatón ha sido quitado de en medio, así como trazar calles con curvas para reducir la velocidad de los automóviles.
Mena explicó que todo entorno escolar debería tener una plaza-escuela, un espacio de relación que invite al encuentro y al juego; la calle escolar con bandas de servicio naturalizadas, con aparcamientos de bicis y donde el comercio de proximidad tenga relevancia y, finalmente, puertas arboladas. Además, los colegios deberían estar abiertos fuera del horario de clases.
Quitar el coche para que aparezca la naturaleza
Por su parte, Joan Delgado, arquitecto del ayuntamiento de Barcelona, narró el proceso de renovación de la Avinguda Meridiana, una autopista urbana de doce carriles. «Devolver la ciudad al peatón», lo recuerda Delgado, es el objetivo, aunque «reducir la inercia del coche es muy difícil». Lo que sucede en cuanto se quita el coche es que aparece la naturaleza, según Delgado. Así, tras los procesos de diagnóstico para analizar qué pasaba con los peatones y los equipamientos, el ruido o la contaminación, se comenzó a transformar esta avenida para que, de ser «un colector de coches y una barrera entre barrios», pasase a ser una «calle que conectara barrios».
La manera de transformar estas autopistas en un eje cívico renaturalizado consiste, a criterio del urbanista, en quitar carriles, mejorar el transporte público y duplicar el número de árboles. En este momento, los trabajos de renaturalización avanzan a ritmo sostenido por esta gran diagonal que en los años 60 fue la gran vía de salida directa hacia la frontera con Francia y que, en los 90, comenzó esta conversión que empieza a dejar espacio al peatón.