El concepto de economía circular es mucho más amplio que el reciclaje y debe ir más allá de la eficiencia energética en productos eléctricos y electrónicos, fueron dos de los conceptos que se subrayaron en la mesa ‘Del producto al servicio. Retos del ecodiseño frente a las nuevas normativas de economía circular’, que se desarrolló durante esta primera jornada de la 16º edición del Congreso Nacional de Medio Ambiente (CONAMA), que se celebra en el Palacio Municipal de Congresos IFEMA de Madrid.
En este sentido, la propuesta de reglamento europeo sobre diseño ecológico para productos sostenibles publicada este año, para actualizar la Directiva 2009/125/CE, procura que los productos sostenibles sean la norma, según manifestó Carles Gasol Martínez (Inèdit), coordinador del comité técnico de CONAMA. Las estrategias para conseguir esa sostenibilidad se basan, pues, en la durabilidad del producto, las restricciones a la presencia de sustancias que inhiben la circularidad de los materiales, el establecimiento de criterios obligatorios de contratación pública ecológica, la prevención de residuos y, por último, en poner fin a la destrucción de bienes de consumo no vendidos.
Dado que hasta el 80% del impacto ambiental que tiene un producto a lo largo de su vida viene determinado durante la fase del diseño de ese producto, este no debería quedar acotado al producto en sí, sino extenderse a los servicios que este ofrece y al modelo de negocio que sustenta.
El producto puede ser una manera de ofrecer un servicio
Esta es una de las metas del Plan de Acción de Economía Circular de la Unión Europea, que reconoce el papel central del ecodiseño, a fin de mejorar la durabilidad, la reutilización, la posibilidad de actualizar y reparar los productos, así como favorecer una mayor reciclabilidad, la reducción de la huella hídrica y de carbono e hídrica y evitar la obsolescencia prematura, entre otras.
En efecto, en la mesa integrada por Daniel Justel Lozano –coordinador de Innovación en Diseño Industrial de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de Mondragón–, José Illana Carracedo –socio de Quiero–, Carles Lorente Gras –responsable de Economía Circular de HP Inc– y Raúl González –Ecodicta– y moderada por Sofía Garín Martínez, se destacó el valor de la servitización de productos y servicios. Esto equivale a generar servicios con menos impacto ambiental.
El usar y tirar está llegando a su fin, según coincidieron los especialistas, y de ahí la relevancia de conceptualizar productos y servicios, no solamente como contribución ambiental sino como la posibilidad de aumentar la resiliencia del tejido empresarial. “El ecodiseño tiene que ir hacia un valor de competitividad y eficiencia en las empresas”, apunta Gasol Martínez.
En efecto, incrementar la circularidad de la economía es un imperativo (que, en España, está en torno al 11% y, en Europa, en alrededor del 13%). En este camino, no hay duda de que habrá que generar legislación nueva y, por lo tanto, se requiere la alianza de las administraciones públicas.
Políticas concretas hacia la economía circular
Para favorecer la transición hacia la economía circular, una de las principales herramientas es, según Daniel Justel Lozano, la taxonomía europea de inversiones sostenibles, que fomentará que se premien las actividades económicas con menor impacto ambiental. Explica Justel Lozano que, por ejemplo, “la durabilidad tiene que estar asociada a la eficiencia energética, ya que los productos duraderos pueden necesitar una refabricación para estar a la altura de la eficiencia de los nuevos, y allí entra en juego la servitización”.
“La durabilidad va asociada con la austeridad, y la servitización ayuda”, agrega José Illana Carracedo. “No se puede hablar de durabilidad sin hablar del cambio de modelo de negocio”, afirmó, a su turno, Carles Lorente Gras.
Entre los requisitos de esta transición, además de la fiscalidad, se señalan las certificaciones de materiales y procesos (las actuales podrán coexistir con un pasaporte digital, que otorgará transparencia y trazabilidad al consumidor final) y contar con indicadores claros que permitan a los ciudadanos evaluar y ser conscientes de la huella de lo que hacen o consuman en todo su ciclo de vida.
“No podemos arrojar toda la responsabilidad a los consumidores y exigirles que compren con ecoetiquetas. Las administraciones tienen que velar por nosotros”, reclamaba, sin embargo, José Illana.
Justamente, el textil es uno de los sectores más sensibles para los consumidores, y sobre el que planean ideas de cambios de normativa con respecto a la responsabilidad en el tratamiento de residuos (tanto de los productos sin vender, por parte de la industria, como de los que han llegado al final de su vida útil). Raúl González, de la plataforma de alquiler de ropa, argumentó que “el principal problema de la moda es la sobreproducción y que la reparación tiene sentido si las prendas son duraderas”.
El siguiente paso, por lo tanto, será explorar en nuevas tecnologías para evitar la sobreproducción de ropa, y promover la investigación en biomateriales (que eviten la dispersión de microplásticos). “No se puede hacer economía circular con ropa barata, ni quemando los excedentes”, sintetizó González.
En fin, buena parte de las respuestas están en el ecodiseño, la disciplina centrada en la optimización de la sostenibilidad de un producto, servicio y/o un modelo de negocio. Se trata, sin duda, de un pilar fundamental para transformar nuestro sistema productivo y de consumo en un sistema circular verdaderamente eficiente.