Unir salud humana, animal y ambiental: receta para ciudades más saludables y resilientes

El comité técnico ‘Habitabilidad y salud en la ciudad: una mirada con enfoque One Health (CT-24) analiza cómo los sistemas de salud humana, animal y ambiental pueden trabajar juntos para conseguir espacios más sostenibles en los entornos urbanos y prevenir futuras crisis sanitarias.

Imaginemos la salud humana, la animal y la ambiental como fichas de dominó. Si las colocáramos en fila, tocar una podría suponer la caída del resto. Las tres forman parte de un mismo conjunto: la salud planetaria. Entenderlo como tal, podría ayudar a impulsar la sostenibilidad en las ciudades y prevenir futuras crisis.

A este enfoque, se le conoce como “One Health” o “Una sola salud” desde hace más de dos décadas. Sin embargo, ha vuelto a tomar fuerza con motivo de la pandemia de la COVID-19, un ejemplo claro de cómo estas fichas de la salud están interconectadas y cómo lo que ocurra en un ecosistema o especie del planeta puede afectar de manera grave a la salud humana y viceversa. 
 
Basándonos en este concepto, en CONAMA 2022, se buscarán las recetas que ayuden a mantener una buena salud en los entornos urbanos. Los encargados de esta labor serán los miembros del comité técnico ‘Habitabilidad y salud en la ciudad: una mirada con enfoque One Health (CT-24), que cuentan con perfiles muy diversos.

“Este enfoque viene a subrayar las conexiones que existen entre ámbitos aparentemente alejados entre sí, y cómo es necesario adoptar una visión holística, rompiendo las barreras tradicionales entre disciplinas de profesionales y favoreciendo el trabajo conjunto. La idea es que aplicar el concepto de “una sola salud” facilite una mejor comprensión tanto de los beneficios como de los riesgos indirectos de las acciones humanas”, cuenta la investigadora del Instituto ISGlobal y miembro del grupo de trabajo, Carlota Sáenz de Tejada.
 
“Que un arquitecto o encargado de urbanismo conozca las preocupaciones o ideas, por ejemplo, sobre la biodiversidad urbana de un veterinario o ambientólogo y al revés, es muy enriquecedor y nos da ideas de cómo incentivar la aplicación de este enfoque”, añade, por su parte, Silvia Fernández, encargada de proyectos de AEICE Clúster de Hábitat Eficiente y coordinadora del comité técnico, junto a la directora de proyectos de AEICE, Carmen Devesa. 
 
Un enfoque para prevenir futuras crisis
 
El impulso de este concepto ha resurgido en los últimos años debido a una serie de cambios en las interacciones entre personas, animales, plantas y nuestro medio ambiente en general. “Por un lado, – explica Sáenz de Tejada – ha aumentado la población en estrecho contacto con animales salvajes y domésticos (en buena medida derivada del crecimiento de la población humana y su expansión a nuevos territorios), que hace que las posibilidades de que las enfermedades de animales pasen a las personas sean mayores”. 
 
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) se estima que en torno al 60% de todas las enfermedades infecciosas en humanos son zoonóticas, así como el 75% de las enfermedades infecciosas emergentes, y esto está relacionado con la salud de los ecosistemas.
 
Al mismo tiempo, apunta la investigadora del ISGlobal, el cambio climático ha alterado las condiciones ambientales y de los hábitats, mientras que la deforestación implica una pérdida del hábitat que “puede llevar a muchas especies a buscar nuevos nichos cada vez más cerca de las personas, aumentando así el riesgo de zoonosis”. Además, la globalización y el movimiento constante de personas, animales, alimentos, etc. favorece que “la dispersión de enfermedades y vectores de transmisión sea cada vez más rápida, como pasó con la COVID-19”, indica. 
 
En este sentido, la investigadora opina que es “imprescindible planificar nuestras ciudades de manera alineada con los principios de “una sola salud” para evitar así posibles efectos adversos sobre la salud y crear centros urbanos sostenibles y saludables que, a su vez, permitan el desarrollo económico y social de la población”.
 
Esta tarea adquiere una gran importancia en esta edición, ya que recientemente siete ciudades españolas – Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia, Valladolid, Vitoria-Gasteiz y Zaragoza- se han embarcado en una importante misión europea antes de 2030: el desarrollo de ciudades climáticamente neutras, por lo que podría ser una buena oportunidad para incluir en ellas este tipo de enfoques y así avanzar hacia ciudades sostenibles también en el ámbito de la salud.
 
Cómo medir la salud en las ciudades 
 
De estas cuestiones, surge una pregunta clave: ¿cómo se mide si nuestras ciudades son saludables? Depende de muchos factores, explican desde AEICE. “Hay que tener en cuenta aspectos como las zonas verdes disponibles, la pobreza energética, la rehabilitación de los edificios, entre muchos otros.” “Cada vez hay más disponibilidad de datos en este sentido, que no están ayudando a hacer reflexiones para mejorar”, señala Silvia Fernandez. 
 
También hace hincapié en la importancia de analizar las interrelaciones de diferentes espacios dentro de la ciudad y adaptar los planteamientos a ello. No es igual un entorno urbano medio que uno grande – un tema tratado recientemente en el Congreso Life Hábitat de AEICE-; así como no es lo mismo una zona industrial –véase el artículo de OBSN proyecto INDNATUR-, una plaza o nuestro propio hogar.

Este último aspecto fue analizado precisamente en CONAMA 2020 con motivo del confinamiento y cómo nuestras casas podían afectar a nuestra calidad de vida. “. “Hay que entender bien el espacio, comprender la ciudad que tenemos por delante para intentar mejorarla. Sostenibilidad y salud tienen que ir claramente de la mano y, además, con un enfoque que ponga la atención en las necesidades de las personas”, asegura Fernández. 
 
Uno de los últimos estudios que ha intentado arrojar más luz en este sentido es el Índice de Salud de las Ciudades de DKV y la consultora IdenCity, en el que se analizaron 52 ciudades españolas. Se establecieron 78 indicadores distribuidos en cinco categorías (salud, entorno, condiciones económicas y laborales, comunidad y servicios de salud).

Madrid fue la ciudad con mayor porcentaje general en el Índice, con un 73,9%, cuando la media se sitúa en el 70,1%. Destaca, junto a Valencia, Sevilla, Cádiz y Barcelona, por su adopción de conductas saludables. Sin embargo, son aún muy escasos los proyectos en el mundo que incluyen el enfoque One Health, por lo que aún queda un amplio margen de mejora para avanzar hacia entornos urbanos más saludables.